El cerro del otero
El cerro del otero, ubicado en la parte norte de la ciudad de Palencia, con sus 850 metros de altura sobre el nivel del mar, esta culminado por la gran escultura de El Cristo del Otero, construido en 1931 por el escultor Victorio Macho, siendo quizás el monumento que más caracteriza a la ciudad de Palencia.
En este relato se va a hacer mención a cómo parte de la prensa de la época hace referencia la construcción de tal escultura.
La revista “Crónica” lo publica así en el año 1930:
“Victorio Macho ejecuta el gigantesco monumento que Palencia va a dedicar al Cristo.
ARS, aro (adaptar, disponer). He ahí la etimología latinohelénica de Arte.
Y he ahí también el perfil de un gran artista palentino sobre el campo áridamente ondulado de la escultura; de Victorio Macho, que no es más que eso: adaptación, disposición...
Victorio Macho, además de saber adaptarse á cualquier variante y disponer la más brusca reforma, va de cara siempre, procurando encontrarse con las dificultades que otros escultores, quizá más prestigiosos que él, se cuidan, sin embargo, de sortear. Victorio Macho busca el problema; no pertenece á ese grupo de corazones occidentales que permanecen cerrados para cualquier emoción que no ven, sin preocuparse de engendrarlas, ignorando las sendas de la luz nueva y confortadora.
Para Victorio Macho, el mimetismo en arte, como en todo, es fruto seco y roído. Ni salas de Exposición ni teorías de crítico. Problemas, no soluciones. Y así, este palentino tenaz y curioso—curioso Macho en Palencia, como Benito, por ejemplo, en Valladolid—trabaja hoy, trabaja mañana, con igual terquedad que el mecánico á quien no funcione una máquina; mientras que en su derredor alguien teje una serie grotesca de círculos simétricos de tobogán plagiado...
Macho estudió en Grecia. Aprendió en Grecia. Y en Oriente. Y en Roma. Y en París. Aprendió de sus maestros, los viejos castellanos de la tez bronceada y los cabellos rubicundos.
Y en ese caminar consciente—de turista escogido—, Victorio Macho recorrió muchos caminos, husmeó muchos problemas, partió de idénticos puntos para llegar siempre á las más distintas soluciones. Victorio Macho lanza al aire los dados de su fina inteligencia artística, y al caer sobre el tapete del arte hay un póker de ases, una escalera de color, un repóker... Magia. Magia, Magia. O . Arte. Inconfundible. Genial.
Va cediendo ahora el antiguo realismo del escultor a los caprichos de la nueva sensibilidad. Y en medio de todo, el timón de Victorio Macho sigue señalando una ruta admirable: las de antes arrolladas por las nuevas, generadoras de gloria y poderío...
Alisios castellanos cruzan de Norte a Sur y de Este a Oeste, azotando las desnudas mesetas; cuerpos radiantes de sol que en lugar de quejarse por estos latigazos de invierno crujen de furia para erguirse en sacudidas violentas á otear las modernas civilizaciones.
Palencia, bañada constantemente por el surco hondo y acariciador del Carrión, ha visto impasible cómo por encima de sus tierras, ya fértiles, silbaba año tras año el huracán abuelo de la vieja Castilla—aunque la nueva se llame—. Los alisios castellanos—raudos reptiles—no han servido a Palencia sino p a r a secar sus espaldas húmedas por las borrascas de la montaña cantábrica, Y para suavizar la piel de sus brazos modulados de continuo por la fibra tersa del pequeño Carrión. Palencia dormía, entre arrullos de álamos y cánticos campesinos, entre pueriles acontecimientos de urbe y cruces fugaces de convoyes férreos entre agua y lluvia...
Pero un día parió la calle Mayor, arteria de la ciudad, medula de todas las palpitaciones; se infló su barriga señorial y tradicional mente castellana—siglo XVIII—, que son sus viejos soportales. El suceso iluminó la pequeña urbe, y en la boca enorme del Otero-—monte gigante— se prendió el descomunal cigarro de una antorcha insurrecta, ante la indiferencia popular. Y quien primero encendió la yesca fue ese espíritu magnífico de Victorio Macho.
¡Palencia iba a levantar una maravilla de monumento a Cristo!
En la cima del clásico Monte del Otero se izaría una gigantesca Escultura del Sacre Coeur, dominando a Castilla y a España.
Hubo una suscripción popular. Después, una indecisión, casi fatal, originada por el inútil bizantinismo de alguien que no simpatizaba con la magna realización. Pero, al fin, parece que ha prevalecido una lógica clarividencia, los andamios por donde habrán de brincar los soldados del gran Victorio palpitarán muy pronto en patéticas y alborozadas sacudidas.
¿Cómo será la figura de Cristo?... Desde luego descomunal:
Veinte metros y cincuenta centímetros de altura sobre el Otero. No habrá pedestales ni adornos abigarrados: la imagen surgirá de la propia tierra.
Cabeza, brazos y pies serán de bronce, y el cuerpo —túnica lumínicamente policromada—de mosaico dorado.
Macho trabaja en esta fantástica obra desde hace poco más de un año. Confía en que para Octubre podrá admirarse la grandiosidad inefable del monumento.
Y me dice;
—La imagen es totalmente hueca, y se podrá ascender hasta la cabeza por una escalera de caracol. Entonces, por los ojos, que he trazado vacíos, de la estatua podremos contemplar, con mayor vértigo, con más emoción, ese paisaje, tan simétricamente formidable, de Castilla; paisaje de llanura. de tan propia sensibilidad, que si yo fuera escritor no me cansaría nunca de pintar con las pinceladas cimbreantes de la prosa...
L. MÉNDEZ. DOMÍNGUEZ”
Pero, ¿es esta la única maravilla que guarda el cerro del otero…? |
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